martes, 13 de octubre de 2009

Ágora: arquitectura y cine


Ágora: arquitectura y cine
publicado en IDEAL 13 de octubre de 2009

El reciente estreno de la película Ágora, del director español Alejando Amenábar es un magnífico ejemplo de la relación que existe entre el cine y la arquitectura. En este caso el equipo de Ágora se trasladaron a la fortaleza de Fort Ricasoli, en Malta, para hacer realidad los enormes decorados de la película, que incluyen viviendas de estilo grecorromano, el ágora del título, una prefectura romana, templos paganos, iglesias cristianas, un anfiteatro griego, la catedral de Hipatia y las calles de la mítica Alejandría con su legendaria biblioteca.
En la producción, la actriz Rachel Weisz es Hipatia, una filósofa en la Alejandría del siglo V. Toda la interpretación se desenvuelve en un entorno arquitectónico que resulta imprescindible para la credibilidad de la historia.
Todas las grandes películas que se han consolidado como un clásico del séptimo arte cuentan con arquitecturas muy cuidadas. Tanto si son futuristas como si se trata de una recreación histórica necesitan representar con fidelidad distintas épocas o lugares remotos. Estudiar, documentarse, emplear técnicas y materiales que no desentonen con el tiempo en el que desarrolla la acción, es esencial.
Un buen director de cine siempre cuida en los primeros bocetos del guión el espacio escénico donde de desarrollará la acción. Los inicios del cine mudo (1895) obligaban a emplear todos los recursos posibles para acentuar la dramatización de la historia narrada y las gesticulaciones de los actores. Los decorados debían prestar a la narración fílmica una atmósfera adecuada para desarrollar la historia. Comienza aquí, la arquitectura a ser un recurso más de la estética visual de los filmes.
En 1916 se filma “Intolerancia”. Esta obra (naturalmente muda) presenta cuatro historias paralelas, con escenarios complejos y gran cantidad de actores. La narración más espectacular presenta la conquista de Babilonia por los persas en el año 539 a. C, recreando escenas en los muros de la ciudad, los salones del palacio real y un monumental patio de ceremonias. Aunque los escenarios están basados en antecedentes arqueológicos de la cultura mesopotánica, la realidad arquitectónica que utiliza, sin querer quitar otros méritos a la obra, deja mucho que desear en magnitud y decoración de los espacios babilónicos.
Un poco más adelante, en 1920, Robert Weine con El gabinete del Doctor Caligari trabaja con arquitectos para diseñar sofisticadas escenografía con decorados que realzan la locura de su protagonista.
En “Metrópolis” (1926) la acción se desarrolla en una enorme ciudad jerarquizada y ficticia en la que se cuelan algunos errores como la aparición de una catedral gótica o una casa medieval en medio de la ciudad. En “Ciudadano Kane” (1946) se recrean interiores completísimos en el que el arquitecto crea, como lo hace el cineasta comprometido, espacios que conducen e influyen en los personajes facilitando magistrales juegos de cámara.
A partir de este momento los arquitectos se involucran decididamente en la producción fílmica. Comienza una relación con los directores de cine de la que todos salen beneficiados. Esta sintonía es apropiada para la innovación técnica, para las investigaciones estéticas y las nuevas formas de experimentar el espacio.
Los recintos arquitectónicos que se construyen para películas como Quo Vadis? (1951), Ben Hur (1959) o Espartaco (1969) son decorados que recomponen construcciones, muestran estructuras sociales, maneras de vivir, mentalidades propias de las época, etc. Sin necesidad de alargar el metraje y complicar los diálogos introducen al espectador en el contexto histórico adecuado. Materializan el ritmo, la forma y el espacio.
Otro clásico del celuloide fue Blade Runner (1982). Pertenece a ese grupo de películas que se estrenan pasando desapercibidas. Posee un largo proceso de elaboración con cambios continuos en el guión y tiene un elaboradísimo sistema de arquitecturas que recrea la ciudad de los Ángeles del 2019, caótica y poco racional. En esta película la lluvia estará presente casi en todo momento, no únicamente como paisaje, sino también personaje y arquitectura. Es un instrumento formal que en el cine transmite intensidad, atención, o simplemente el momento de alguna escena inolvidable. También en Ágora el director emplea elementos naturales como fondos de arquitectura: el sol, la noche, las oscuridad, el fuego. Todos ellos remiten al misterio de lo real y dan que pensar.
El séptimo arte, salvo para los estetas es algo mas que pura belleza, también es reflejo de la verdad y testimonio del bien. El cine ayudado por la arquitectura, puede desempeñar una función educativa por la que el cineasta adquiere una responsabilidad ética. La representación de la historia a través del cine es un tema crucial, dado el fortalecimiento y la credibilidad que se le da a este medio. Cualquier fuente visual tiene un fuerte impacto en la reconstrucción y conservación de la memoria. Los directores de cine lo saben y los arquitectos colaboran.
En esta nueva película, sobre la filósofa Hipatia en la Alejandría del siglo V, se cuida mucho el vestuario y por eso se acude a Gabriella Pescuci para garantizar la fidelidad a las costumbres de la época; la banda sonora que acompaña en todo momento imprime un tempo que invita a la reflexión; y la dirección de fotografía es acertadísima obteniendo en cada plano secuencias constructivas muy esmeradas.
Sin embargo Amenabar introduce en su creación un elemento ideológico un poco confuso, la idealización del paganismo contrapuesto a la civilización cristiana. Es la historia de un crimen político convertido en un atentado misógino y antipagano que no queda explicado con rigor.
En definitiva, que podremos reconocer mucha belleza en esas imágenes a pesar de algunos desaciertos históricos. Hubiera sido una magnifica ocasión para comprender más los lugares y personas a través del cine, pero se queda en un producto meramente comercial para que guste a todos.

Jaime Vergara Muñoz

3 comentarios:

RespSitnvivir dijo...

Jaime al final vas a conseguir acercarme a la arquitectura.

Francisco J. Ruiz Pérez.

Carmina Vargas dijo...

Me encanta encontrarte de nuevo.
Me llama la atención tu interpretación de la contraposición de creencias. La lectura que yo extraje tiene un matiz diferente, más bien centrada en la intención de imposición: no creo que se trate de exaltar el paganismo frente a la religión. Más bien creo que nos hace revisar la historia y ver cómo los exaltados (sean de la creencia que sean) no suelen dar buenos resultados para la convivencia y el progreso.
Actualmente es el islám extremista, hace siglos (algunos) fue la inquisición española (por lo visto hoy es la efeméride del nombramiento de Torquemada como inquisidor base), hace más siglos, como expone Amenábar en Alejandría, fue un grupo de cristianos (supongo que no fue generalizado en toda la comunidad... estas cosas rara vez son así), y hace más tiempo aún fue el propio paganismo el grupo extremo que pretendía hacer valer sus ideas a sangre y fiera (el fuego vino después).
Lo curioso, y advierto que quizás sea un punto de vista menos universal (exactamente semi-universal en lo que a las mujeres se refiere) es que las mujeres y la cultura parecen ser las primeras víctimas de los extremismos. No necesariamente en ese orden, desde luego...

Por lo demás, absolutamente de acuerdo contigo. Da gusto ver cómo participan tan directamente las arquitecturas en el pulso de una buena película.

Jaime Vergara dijo...

Gracias por tu comentario. Es muy interesante todo lo que aportas. Creo que todos esos matices que añades son muy completos y profundos. Enriquece sin duda el artículo y te lo agradezco muy de veras.
Un saludo